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av Jota Izquierdo 2 år siden

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CUANDO HACES POP YA NO HAY STOP

En la década de los noventa, se vivió un auge del turismo masivo en París, donde los visitantes utilizaban cámaras para capturar su experiencia frente a monumentos emblemáticos, creando un fenómeno de iluminación efímera que transformaba la percepción del espacio.

CUANDO HACES POP YA NO HAY STOP

En México el representante de la Secretaría de Salud fue el doctor Lopez-Gatell, su profesionalismo, detallismo, paciencia y sensibilidad lo han convertido tanto en héroe como en el novio de la nación, o tal vez sea lo mismo. Sus apariciones diarias a las 7 de la tarde son el nuevo serial que compite con las telenovelas de máxima audiencia. A pesar de que las ruedas de prensa han contado con multitud de representantes de otros estamentos, y de los ataques a su persona liderados por la oposición al gobierno, la narrativa del héroe ha prevalecido. El 19 de mayo una periodista interrumpe el inicio de su comparecencia para preguntar: “¿por qué tan guapo?”. El primer escudo protector, como propuso Sánchez en su mensaje a la nación española son los científicos y todo el personal sanitario. Un ejército terriblemente menoscabado por las políticas neoliberales, que abandonaron la investigación estatal y prodigaron las privatizaciones de la salud pública. No cabe duda de que estos creyentes, todavía, del juramento hipocrático, han salvado miles de vidas. Después de ser llamados a filas, ya cumplida su labor, fueron despedidos sistemáticamente -principalmente en Madrid- a medida que la curva de contagiados y fallecidos disminuía. Incluso a pesar de los aplausos que recibían puntualmente desde nuestros balcones. Como en otras guerras los héroes son desechables. El resto de la población, como en relatos de guerra anteriores, es conminado a la resistencia, pero esta vez pasiva. Lejos de estar en primera línea de fuego la rebeldía ha sido domiciliaria y su himno fue, en gran parte de Latinoamérica, valga la redundancia, Resistiré, del Dúo Dinámico. Espectadores colaterales de lo imposible también se nos invitó a la heroicidad en actos como lavarnos las manos o llevar máscaras. Como en tantas películas de guerra estamos a la espera de ese final inesperado que nos permita salir (victoriosos). El presidente Trump especialmente, consciente de su pésima gestión de la emergencia apuesta su supervivencia política a la adquisición para el pueblo americano de una vacuna allá donde sea producida. Los llamados a una refundación colectiva parecen difuminarse ante la inminente posibilidad de una vacuna que nos haga inmunes, momentáneamente, a nosotros mismos. La nueva normalidad es en realidad el mismo relato. La narrativa belicista no son sólo metáforas, es la forma de pensamiento capitalista que ha conformado nuestro mundo contemporáneo. Occidente se autonombró héroe de la mundialización y sus políticas, lejos de responsabilizarse de los desastres que crean, nombran tanto al otro, como a lo otro, enemigo del que defenderse. La paradoja es que esta vez ya no hay otro.

¿OS ACORDÁIS?

A mediados de mayo y de forma inesperada el grupo de arrebato punk, pero de origen clasemediero, Molotov lanzó online una versión de su clásico ¡Puto!, pero rebautizado ¡Juntos!, uniéndose así a los esfuerzos ¿privados? por concienciar a la población mexicana de la peligrosidad de la pandemia. El video inicia con una compilación de distintas noticias-meme originadas en barrios populares que han circulado por redes desde el inicio del confinamiento: desde los gimnastas de calle que no le temen al virus porque no lo ven, pasando por fiestas multitudinarias en Tepito, hasta las noticias sobre ataques a sanitarios. Las imágenes se superponen a la letra de la canción, en ese slang chilango tan característico de la banda, que hacen referencia a situaciones del confinamiento mientras que el grupo grita ¡Bruto! a aquellos que no siguen las normas sanitarias y de convivencia. A mitad de la canción el grupo le da las gracias a los colectivos que siguen trabajando: “médicos y enfermeras, rescatistas, transportistas y a los de primera respuesta, periodistas y a todas sus familias”. La versión online ha sido acompañada por una pegada de carteles en las calles de la ciudad, por lo que presuponemos el apoyo de la discográfica Universal en el empeño concienciatorio. Casualmente la imagen gráfica es una combinación de las otras dos campañas publicitarias que se han visibilizado. Rojo, negro y blanco se combinan ahora con letras de la canción superpuestos a la palabra bruto. Una estética tan contundente, con evidentes referencias al anarquismo, como hípster. Esta tercera vía, por así decirlo, se acerca más a los intentos meméticos de instaurar un himno propiamente mexicano -para cierta población juvenil muy alejada de añejas canciones españolas- que a una acertada campaña de sensibilización.

Otro de los hits inesperados de la resistencia domiciliaria a la pandemia ha sido la canción popular italiana Bella Ciao. Convertida en himno antifascista en la segunda guerra mundial fue cantada el 25 de abril desde balcones del país para conmemorar el 75 aniversario de la caída del fascismo. Fueran pocos o muchos los participantes, los videos que se viralizaron en las redes globales se entendieron como un nuevo himno a la resistencia, esta vez contra el “fascismo” del Covid-19. Pero la canción ya había sido viralizada años antes. Desde el 2017 aparece en la exitosa serie de Netflix “La casa de papel” y, en su nuevo contexto mediático, deja de ser un himno de resistencia antifascista para reconfigurarse como un himno ¿pop? a la “resistencia” en general; sobretodo en los países hispano hablantes consumidores de la plataforma. Pedro Alonso, Berlín en la serie, reivindica el poder emancipatorio del tema, para el primer mundo, en una entrevista en Argentina: "con todo lo que hemos tragao como sociedad occidental los últimos 15 o 20 años". Nos atrevemos a proponer que la serie sublima, y contiene, las ansias antisistémicas de la generación post crisis del 2008 que no se atrevieron a participar del movimiento 15-M años después. La revolución tal vez no será televisada, pero está siendo Netflixeada. Vaciada de su significado original Bella Ciao es celebrada en contextos de ideología radicalmente divergente. Lo mismo fue cantada en las caceroladas argentinas contra el presidente Macri, como en los programas populares de las transmisiones mañaneras de Televisa en México, como por las recientes manifestaciones de privilegiados nacionalistas españoles en Madrid, protestando contra el confinamiento decretado por el gobierno socialista.

Bella Ciao feminista en Argentina

Bella Ciao en protesta de la derecha española en Madrid

Bella Ciao en Italia durante el confinamiento

¡Juntos!, de Molotov

El lenguaje bélico ha sido adoptado por diversos “líderes mundiales” durante esta crisis. Una batalla sin declaraciones de guerra se inició para muchas naciones de occidente. Mientras que Ángela Merkel comparaba la emergencia del país con la vivida durante la segunda guerra mundial Trump pasó de menospreciar la virulencia del virus a convertirlo en su primer enemigo, atendiendo a la oportunidad de esta narrativa para su precampaña. Ya es una estrategia instaurada -o tal vez la única- para la reeleción de un presidente estadounidense que éste esté en estado de guerra. Puede ser contra comunismo (latinoamericano y asiático), las drogas (de nuevo desde los mismos lugares), el Islám (otro “sur”, éste religioso), o contra la nueva superpotencia económica que emerge a partir de la globalización (un sur emancipado económicamente). América, como se auto denomina EE.UU. no existe a partir de su realidad, sino a partir de la supuesta amenaza de dejar de serlo. La única vez que fui al cine con mi padre y mi madre fue para ver el estreno de “Indiana Jones en busca del arca perdida”. Mi madre, ama de casa, pocas veces fue autorizada a salir para su recreo personal y mi padre sólo disfrutaba las películas de vaqueros en la tele. Al ser su hijo menor tuvieron que participar de modos de vida y afectos completamente nuevos. La modernidad de la televisión y el cine convivían con nuestras tradiciones más provincianas: sacos de caracoles se purgaban en la galería, los sábados acompañaba a mi madre por leche cruda recién ordeñada o se mataba un cerdo una vez al año en la finca que cuidaban la tía Isabel y el tío Edelmiro. Mientras que mis padres y mis tías y tíos habían vivido una guerra, La Guerra Civil española, yo estaba consumiendo las representaciones de la guerra fría entre EE.UU y la U.R.S.S. Indiana Jones, Rocky y Rambo fueron los héroes de película de mi infancia. Aunque mi padre desdeñó la película compartíamos la narrativa norteamericana de los ganadores, él en su formato de vaqueros del viejo oeste. Tras la caída del muro de Berlín las victorias estadounidenses dejaron de ser simbólicas. Libre mercado y democracia para todos. Mientras que el neoliberalismo iniciaba la reestructuración de la economía global los think tank de la derecha global detectaron con prontitud los comportamientos “democráticos”. No cuestionan tanto la sacralidad del voto como sus fluctuaciones. Votar sí, pero para ganar, y si se pierde cuestionar la legalidad del gobierno. En México todavía vivimos la sangría iniciada por el presidente Calderón en el 2006 al declarar la guerra contra el narco para legitimar su ajustadísima victoria electoral. En España la participación en el gobierno del partido de “izquierda radical” Podemos se entiende como la llegada al poder de los comunistas. Se repiten los sospechos habituales en ambos ejemplos. Ante la inevitable llegada de la pandemia occidente decidió oficializar el inicio de, tanto una crisis mundial, como el de una guerra. Son numerosas las referencias bélicas en los discursos a la nación de los dirigentes europeos al inicio de la crisis en sus territorios. Aunque se trataba de un virus su origen geopolítico no pudo dejar de ser aprovechado por Trump durante semanas -al denominar al covid-19 el “virus chino”- para incidir en su guerra comercial contra el gigante asiático. “I am not a virus” tuvieron que recordar miles de emigrantes asiáticos en EE.UU y Occidente antes las manifestaciones de xenofobia. Cada día ha habido ruedas de prensa oficializadas como parte de guerra. Los científicos han sido, mayoritariamente, los encargados de informar a la población del incesante recuento de bajas. Aún así varios presidentes se sumaron a esta visibilidad hasta que resultó contraproducente. No conviene liderar una batalla que siempre se va a perder.

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En el pasar de ventanas frente a la computadora reviso de nuevo la edición americana de El País y leo la última columna de la brasileña Eliane Brume, aparece otro héroe clásico, el astronauta: “Se impone una pregunta: ¿Es posible crear otro tipo de sociedad con la misma estructura de pensamiento y de lenguaje que nos ha llevado al abismo? Creo que no. Necesitamos entender el tiempo de la pandemia como un tiempo de silencio para escuchar otras voces. ¿Cuáles? Precisamente las que se han acallado violentamente en los últimos cinco siglos, como las de los pueblos originarios y los descendientes de los esclavos que vinieron de lo que los europeos llamaron África, las voces de aquellos que han resistido a los sucesivos intentos de borrarlos con el proceso de colonización y de destrucción capitalista. Un ejemplo. El economista británico Kenneth Boulding solía distinguir entre la economía del vaquero y la economía del astronauta. El vaquero ve el mundo como un espacio abierto que se puede explotar de forma interminable. El astronauta entiende el planeta como una nave espacial, un espacio finito donde sería necesario gestionar los recursos también finitos”.

Hay que superar el pensamiento occidental

No se puede crear otro mundo con la misma matriz que nos ha llevado al abismo

ELIANE BRUM


La pandemia ha impuesto la necesidad imperiosa de producir reflexión y cambio. Pensadores han escrito ensayos a la velocidad de la emergencia. Pero hay que entender quiénes tienen el privilegio de ser escuchados. Basta pasearse por la prensa y la academia para darse cuenta de que son los pensadores afiliados a la tradición occidental. Aun cuando se oponen a ella, su crítica se estructura a partir de una forma de ver el mundo y de verse en el mundo. Se impone una pregunta: ¿Es posible crear otro tipo de sociedad con la misma estructura de pensamiento y de lenguaje que nos ha llevado al abismo?


Creo que no. Necesitamos entender el tiempo de la pandemia como un tiempo de silencio para escuchar otras voces. ¿Cuáles? Precisamente las que se han acallado violentamente en los últimos cinco siglos, como las de los pueblos originarios y los descendientes de los esclavos que vinieron de lo que los europeos llamaron África, las voces de aquellos que han resistido a los sucesivos intentos de borrarlos con el proceso de colonización y de destrucción capitalista.


Un ejemplo. El economista británico Kenneth Boulding solía distinguir entre la economía del vaquero y la economía del astronauta. El vaquero ve el mundo como un espacio abierto que se puede explotar de forma interminable. El astronauta entiende el planeta como una nave espacial, un espacio finito donde sería necesario gestionar los recursos también finitos. Hoy, Donald Trump y Jair Bolsonaro serían representantes de esa dinastía de vaqueros que ha destruido el planeta durante siglos, mientras que los científicos que llaman la atención sobre la emergencia climática tendrían a su favor unas pocas décadas de pensamiento de astronauta para convencer a una población moldeada por los vaqueros. Pensadores indígenas como Ailton Krenak y Davi Yanomami posiblemente no verían ningún sentido en esta distinción, ya que se entienden a sí mismos como naturaleza y no como otra cosa.


Forma parte de la perversión neoliberal obligar a los líderes indígenas a vagar por Europa pidiendo apoyo para detener el exterminio de sus pueblos. Siempre están, de alguna manera, en una posición subalterna, sometidos a la lengua y a la lógica dominantes, que impide el diálogo real entre los mundos. Si queremos evitar que vuelva una normalidad mortífera para la mayoría, debemos usar la ventana de silencio que ha abierto la pandemia para escuchar a los pensadores de los mundos que han vivido varios apocalipsis, y que han sobrevivido. Estos pueblos saben lo que todos, amenazados por el virus y la crisis climática, quieren saber: cómo crear una sociedad capaz de vivir sin destruirse a sí misma y a los otros, cómo vivir después del fin del mundo.

ESTA BATALLA LA VAMOS A GANAR (ENTRE TODOS)

Contagion, secuencia final

LA REVELACIÓN II.1995

LA REVELACIÓN I. 1995

DÍA 1

Susana Distancia

https://www.latimes.com/world-nation/story/2020-03-20/some-of-mexicos-wealthiest-residents-went-to-colorado-to-ski-they-brought-home-coronavirus

Desde el confinamiento los tiempos entre los husos horarios de mi vida en España y México se superpusieron. La comunicación entre ambos lugares dejó de interrumpirse para convertirse en un espacio continuo en multipantalla. A la medianoche mexicana amanecía en España, ese momento de calma sin que vibrara mi celular me hizo recordar la serie de Magritte "El imperio de las luces". Al día siguiente amanecía con los mensajes que ya habían compartido por whatsapp mis amigos y familia en Valencia. Este continuum empezó a verse extrañamente interrumpido cuando visitaba la página de el periódico El País cada mañana. Las imágenes de su portada tardaban en cargarse, seguramente por exceso de tráfico, mostrando por breves segundo imágenes diferidas, que estaban por revelarse.

"Quédate en casa", versión The White Stripes

MI PADRE EN GOOGLE MAPS

Bella Ciao explicado en Youtube

Entrevista a Pablo "Berlín" Alonso

Madre trabajadora de Rappi. 8 de marzo. Día de la Mujer

Sobre el concepto de whitexican https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-48098551

https://www.theguardian.com/world/2020/apr/23/mexico-health-workers-attacked-covid-19-fears

“Quédate en casa” fue el leitmotiv repetido por una parte de la sociedad que tenía el sustento económico suficiente para hacerlo. Se pretendía evitar la propagación de una pandemia que, parcialmente, había llegado a México por vías financieras o de turismo de lujo. Durante semanas hubo un décalage entre las clases alta y media y las clases “populares”. Mientras que las autoridades sanitarias trataban de equilibrar las necesidades sanitarias con las económicas se siguió propagando por todos los medios un mensaje que las clases populares, para no decir “bajas”, no podían cumplir. Andrés Manuel López Obrador, el nuevo presidente elegido mayoritariamente por el voto popular, contradijo durante semanas las recomendaciones de su secretaría de Sanidad. En un país con un 60% de economía informal, donde millones de personas viven al día, el mandato colectivo se hacía imposible. Hasta que llegara el pico de la pandemia las autoridades propusieron la distancia social como medida preventiva. Susana Distancia fue la heroína creada por el gobierno para comunicar las nuevas medidas sanitarias. Mientras que el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) invitaba a artistas internacionales a repetir el eslogan desde su aislamiento en Europa o EE.UU. un personaje de cómic era la encargada de transmitir el mensaje para la mayoría de la población que no suele visitar museos. “Quédate en casa, si puedes” fue la actualización popular de la encomienda. Las diferencias entre mexicanos son tan abismales que imposibilitan un espacio de convivencia común. Como en otros países un experto epidemiólogo se encargó de comunicar cada día la situación del país, en México fue el Subsecretario de salud el doctor Hugo López-Gatell. Aunque se adoptaron medidas oficiales de cierre de negocios y fábricas no esenciales diversas corporaciones eludieron la resolución, lxs trabajadorxs quedaron a merced de las directrices de las empresas. La absoluta intemperie en la que viven decenas de miles de trabajadoras se evidenció, de nuevo, en la frontera norte. Maquilas de multinacionales que exportan sus productos especialmente a EE.UU. han ido retrasando el paro de sus instalaciones hasta que el número de fallecidas lo haga inevitable. La última semana de abril inició la Fase 2 en México y se recuperó el mandato original ante la imposibilidad de evitar la transmisión por otras vías en un país de 126 millones de habitantes. El subsecretario López-Gatell, con gesto grave, repitió tres veces el precepto: “Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”. Susana Distancia ya había hecho su cometido y las autoridades eligieron esta vez una comunicación más aseverativa. Los memes se hicieron eco del mensaje pero las necesidades económicas de la mayoría siguieron llenando las calles de trabajadorxs. Inaugurada la Fase 3 las autoridades inician una campaña masiva con el reconocido “Quédate en casa”, al que añaden “Salva vidas”. Inesperadamente un nuevo actor aparece para incidir en las diferencias entre los que pueden y no pueden “quedarse en casa”, en términos más populares: dejar de trabajar. La AVE, Asociación por el Valor Estratégico de las Marcas, lanza con sus propios medios una campaña que imita la estética de los memes pero en formato analógico. Sobre fondo negro y con tipografía Impact, valga la redundancia, propone: “Quédate en casa, quédate vivo”. Ambas campañas inciden en el mensaje que finalmente ha sido aceptado socialmente “Quédate en casa”, pero las diferencias son notables. Mientras que la comunicación del Gobierno de la Ciudad de México, logo incluido, nos propone salvarnos como sociedad, la AVE, agrupación que según su página web se enfoca a una “nueva cultura de la industria“, se manifiesta anónimamente y nos conmina a la salvación individual: “Quédate vivo”, pero para qué o para quién se pregunta uno.

https://elpais.com/internacional/2020-04-23/las-maquiladoras-de-ciudad-juarez-van-cesando-su-actividad-a-golpe-de-muertos.html

LAS FASES (DEL CAPITAL) II: QUÉDATE EN CASA, SI PUEDES

Letra de la canción

Trabajadores precarios convertidos en héroes. Publicidad de DiDi, 23 de abril

Resistiré España. 1 de abril

CARGA DIFERIDA

El encuentro en las redes sociales posibilita tanto un ejercicio creativo de protesta como su simulacro en formato flashmob publicitario para una compañía multinacional. Acciones reivindicativas que surgieron de forma espontánea en unos países se capitalizaron publicitáriamente en otros. Mientras que España aplaudía desde los balcones a sus sanitarios como héroes la violencia contra enfermeras en México se convirtió en portada del periódico The Guardian. Didi México corrigió la anomalía local al reivindicar, de nuevo como héroes, a los trabajadores de la salud. Aprovechó también para ampliar la heroicidad a aquellos trabajadores informales que no pueden dejar de hacerlo ni un solo día y finalmente a sus empleados, el nuevo precariado que emerge de las apps globales como DiDi, Rappi o Uber. Los followers globales dejaron de seguir a los famosos habituales por científicos y doctores. Sin entender el momentáneo cambio de paradigma actores y actrices de Hollywood grabarían a mediados de marzo una versión de Imagine de John Lennon desde sus lujosas residencias después de, atención, 6 días de cuarentena. Las críticas por la flagrante contradicción entre el mensaje de la canción y la vida de las estrellas será evidenciado en las redes sociales de todo el mundo. Los publicistas de GNP Seguros México no leyeron los comentarios de youtube del infame video viral hollywoodiense e implementaron en abril la misma estrategia. Invitando a cantar colectivamente Cielito lindo, canción de apoyo y empoderamiento, usado primero en partidos de la selección de futbol y luego en eventos colectivos luctosos, como el último terremoto. Extrañamente el video de la corporación mexicana inicia con la "embajadora" de la marca la española Mar Saura. Las redes sociales explotan de nuevo ante el exhibicionismo y la distancia de las clases privilegiadas- los llamados whitexicans- con la realidad del país. Antes en España la canción Resistiré, cantada en balcones y terrazas, se convierte en un un lugar de encuentro offline y online. Ya memetizada la multinacional Warner aprovecha pera realizar una versión en falso formato zoom con diversos músicos españoles. El éxito es considerable, 35 millones de visitas en youtube, por lo que se decide hacer una versión con artistas mexicanos, de nuevo desde sus generosas residencias y sin una población local que la haya tomado la canción como su himno reivindicativo. Más de 7 millones de visitas y cientos de comentarios celebratorios respaldan la iniciativa. Resistir es, sobretodo, resistir (online) y varios países de Latinoamérica contribuirán con sus versiones. Una marea de solidaridad domiciliaria recorre América, aunque se repiten los comentarios de españoles en youtube que aluden a la canción como originalmente propia y a ésta versión como mexicana.

Resistiré (versión mexicana). 19 de abril

La gestión en occidente de la crisis sanitaria conllevó inmediatamente una crisis económica, el distanciamiento social condujo al colapso de la producción y el consumo. “La solución no puede ser peor que el problema” señaló Trump y varios gobiernos optaron por no "congelar" la economía hasta que el número de muertos se hizo insostenible políticamente. El gobernador Cuomo, del estado Nueva York, tuvo que recordar en una rueda que por muy malas que sean las soluciones ninguna era peor que la muerte, ante la insistencia en nivelar ambas situaciones: BAD ECONOMY=DEAD En esas semanas tanto EE. UU como la Comunidad Europea no dejaron de anunciar paquetes económicos para proteger a empresas y ciudadanos. Cifras que recuerdan y superan al rescate financiero de 2008 convivieron en las portadas de los periódicos con el incremento de fallecidos. En México -tal como ya sucedió con la gestión gubernamental de la emergencia sanitaria- la gestión de la crisis económica ha conllevado una dramática diferencia entre las propuestas de las agencias globales y las respuestas de las autoridades locales. Mientras que un consenso mediático recomendaba la adquisición de más deuda por parte de estado el gobierno mexicano apostó por la austeridad y el ahorro del presupuesto nacional. Mas allá del acierto o error de la propuesta se está intentando evitar una realidad histórica: los rescates financiados con deuda exterior han sido pagados por el conjunto del estado y han beneficiado a actores privilegiados de la economía mexicana. Grandes conglomerados corporativos y financieros emergieron de las privatizaciones de activos del estado en las distintas crisis que ha vivido el país. Aunque el gobierno mexicano aprobó diversas medidas económicas para apoyar a la mayoría de la población se vislumbran insuficientes ante la realidad del país. El estado, que ha sido desmantelado durante décadas, no tiene el poder suficiente para exigir a empresas o bancos participar de un interés común. Las diversas crisis económicas vividas en México propiciaron que el BBVA español adquiriera Bancomer en el 2000. Banco nacionalizado por el presidente López Portillo en la crisis de los años 80 fue privatizado de nuevo en los años 90, por el presidente Salinas, y adquirido por la mitad de su valor por el grupo Vamsa, formando parte finalmente del grupo BBVA. Durante la crisis del 2008 el BBVA, al igual que otros bancos españoles con inversiones en América, campearon las dificultades de la crisis global con los beneficios obtenidos fuera de la península. El Bancomer BBVA no es la excepción, la mayoría de bancos mexicanos perdieron su denominación nacional para sumarse a conglomerados globales. La beca de mi maestría en la UNAM era administrada por el banco Santander. Como cliente del BBVA fui testigo de envergadura de la transformación, hace unos años todas las sucursales de Bancomer BBVA de México fueron remodeladas al unísono, centenares de espacios en todo el país fueron transformados en breves semanas a partir de las directrices corporativas creadas en España. Meses después se eliminaron todas las diferencias locales, Bancomer desapareció para prevalecer la marca global: BBVA, "adelante". En un alarde de apropiación (contra) cultural el himno post punk del grupo mexicano Plastilina Mosh "Mr. P M.O.S.H" fue modificado por "Mr. B.B.V.A" para un comercial de implementación del banco. Aunque el BBVA se presente globalmente como marca única sus comportamientos son locales. Mientras que la campaña lanzada en España alude al banco como una institución que acompaña al ciudadano, el comercial mexicano, emitido durante la crisis sanitaria, es capaz de fusionar la deuda de sus clientes con la deuda emocional en el mismo mensaje: "estos momentos deberían de servirnos para pagar". Como en España, la multinacional bancaria parece mostrarse sensible ante la nueva situación de sus clientes, pero consciente de que una mayoría de la población vive al día se permite recordarles que hay tiempo para el afecto y para saldar las deudas. Convirtiéndolas así es una suerte de cuestión ética mas que de emergencia nacional.

LAS FASES (DEL CAPITAL) III: LA SOLUCIÓN NO PUEDE SER PEOR QUE EL PROBLEMA

Cielito lindo. 9 de abril

Imagine. 9 de marzo

LAS FASES (DEL CAPITAL) I: STREAMING FROM ISOLATION

The Leftovers, novela de Tom Perrotta, y exitosa serie de HBO después, propone lo imposible: que desaparezca de un día al otro el 20% de la población mundial. Le recuerdo a Andrés por whatsapp lo que vimos en la serie. Mientras que la mayoría de la población trata de regresar a esa fase nueva de la pandemia, la normalidad, una minoría decide convivir en silencio, vestida de blanco y fumando ininterrumpidamente (las fumadoras). Son las que no aceptan olvidar lo extraordinario y no entienden cómo los demás pueden haberlo hecho. Su presencia es un recordatorio constante de lo inolvidable, pero no consiguen una reacción en la comunidad, un cambio social. Entienden que un cambio colectivo no se puede propiciar sin un cambio en lo personal. Deciden entonces volver a hacer presentes a los familiares que súbitamente desaparecieron. Con objetos personales, fotos y ropas crean muñecos miméticos a las personas desvanecidas y los colocan en las casas de los familiares que sobrevivieron a la "desaparición" en su primer aniversario. Enfurecidas, las familias enfrentadas a este reenactment performático se desquitan atacando a las y los fumadores, quemando sus casas junto a los muñecos que imitan a sus familiares. El jefe de la policía local intenta entender el por qué de la violencia desatada contra ellxs. Fieles a su credo le contestan por escrito: "les hicimos recordar". Todxs hemxs leído desde el confinamiento varias entrevistas de pensadorxs contemporánexs que corroboran lo abstracto -siendo testigos online- de esta desaparición colectiva. Vemos los enormes agujeros de las fosas, vemos los números de fallecidos aumentar todos los días en las ruedas de prensa oficiales, pero no vemos los cuerpos. Nora, personaje que en la serie pierde a su marido y dos hijos (hecho extraordinario dentro de lo extraordinario de la propuesta de la novela), se desgarra de dolor cuando sus desaparecidos aparecen de nuevo. El arte contemporáneo no suele ser muy bien representado en series de ficción, pero la recreación de la hora del desayuno que concibe Perrotta es una obra formidable. Mientras que la mayoría de familias enfrentadas a la ausencia se desquitan violentamente Nora asume la extraordinaria aparición de sus familiares como una oportunidad para despedirse. Sin cuestionarse las razones de lxs fumadorxs entiende que esta reaparición (en forma de obra de arte) le permite, por fin, gestionar su dolor y participar en el ritual de lo colectivo que se le había sustraído. Morir sin rituales es desaparecer. Esa lejanía con la muerte de los otros con la que occidente lleva conviviendo decenas y decenas de años en los noticieros se ha hecho ahora presente, su presente.

Al poco de llegar a México en el 2011 mi hermano me pidió la dirección en la que vivía para verla en Google maps, también a mi hermana en California. Su marido aprovechó para pasear virtualmente por Vilafranca, pueblito industrial -donde todavía sobrevive la fábrica textil Marie Claire- al norte de Castellón. Nos trasladamos a la capital cuando “la fábrica”, así la llamábamos, abrió otra nave en la capital. Dan encontró a mi padre, Manuel, sentado en frente del antiguo centro de salud mirando entre desafiante y extrañado a la cámara del Google maps car. De todas las formas de convivencia digital que inauguraría Internet ver a mi padre atrapado en la eternidad de los servidores de Google es una de las más paradójicas. La aversión a la comunicación y al afecto eran parte de él y de su generación, eran antes que nada trabajadores. Su compromiso era proveer y ser el jefe de familia, sin importar las dificultades que sufrió ni las tensiones que nos generó. Hizo un trabajo enorme, como cuando llevó a mi hermano mayor a Madrid para evitar que quedara paralítico por poliomelitis. Era obrero textil, faena, así la llamaba, que no ha cambiado mucho desde la revolución industrial: operar gigantescas máquinas que producen un ruido ensordecedor durante ocho horas al día. La única vez que le visité entendí el aislamiento en el que vivía la mitad de su tiempo. Muchas veces nos reclamó el silencio que se encontraba al llegar a casa, y que sabía iniciaba cuando oíamos el ruido de sus llaves en la cerradura. Yo fui el último de mis hermanos en dejar la casa, creo que para todos fue un alivio alejarnos. Mientras que los hijos de sus hermanos y hermana siempre permanecieron cerca tres de sus hijos acabamos en América. Siempre fue incómodo llamar por teléfono desde México y que mi padre tomara el teléfono. Si contestaba mi madre tenía el mandato de preguntar si quería hablar con mi padre, los dos contestábamos mentalmente que no. Aún así siguió respaldando mis decisiones por incomprensibles que le parecieran. Pasados los 80 años su salud empeoró y en el verano de 2016 fue la primera vez que vi a mi padre tener miedo, esta vez nos despedimos sin discutir. Mejoró brevemente su salud y el verano de 2017 pudo conocer a su última nieta, mi hija. Le pusimos Rita de nombre porque así se llamaba su madre. Fue la forma de hacer las paces tras años y años de desencuentros, pero nos peleamos de nuevo la noche antes de regresar a México, por una nimiedad. Con el tiempo comprendí que la tensión que generaba cuando vislumbraba el fin de las visitas de sus hijos e hijas surgía de que nunca pudo entender que todo lo que hizo por nosotros nos dio la oportunidad de alejarnos de él. Moriría en enero de 2018, estaba mal pero no fui a verle, mi hermana Carmen sí, tampoco estuve en velatorio ni en la cremación. En verano de 2019 fui a pasar el verano en Vilafranca con mi hija y mi madre me preguntó si no pensaba ir a ver a mi padre. Paseamos por el cementerio y nos hicimos una selfie en su lápida. Era el único ritual que pude hacer, mantuve un diálogo mental con la foto de mi padre en la lápida y limpiamos alrededor. La imagen de Google maps en la que aparece mi padre es de 2008, si actualizas la localización a una fecha más reciente ya no aparece. Si ya era extraño que Manuel estuviera en Google más extraño es que al mismo tiempo no esté. Pero en realidad así fue siempre.

The Leftovers. Escena de Nora

Mi padre en google maps. 2008-2014

Bella Ciao en versión de Najwa para la serie "La casa de papel"

Es abril de 2020 y si mi madre, con 83 años, enfermara de Covid-19 tampoco podría despedirme de ella, de Carmen. La relación con mi madre fue diametralmente distinta a la de mi padre. Todavía hoy soy el único de mis hermanos que la llama mamá. Manuel fue padre y Carmen mamá. Me prometí que acompañaría a mi madre, como no lo hice con mi padre. Pero de un día al otro esa posibilidad se desvaneció. Llegar a los cuarenta conlleva varias situaciones, y una de ellas es empezar a vivir con la muerte de los demás, pero no de forma masiva, a no ser que estemos viendo las noticias. Tanto Michel Houellebecq como Juan José Millas observan la situación: “con la muerte sin testigos, las víctimas se reducen a un número en la estadística de los muertos diarios, y la angustia diseminada entre la población a medida que aumentan los fallecidos, tiene algo extrañamente abstracto. Otra cifra que ha adquirido importancia en las últimas semanas es la edad de los enfermos. ¿Con cuántos años hay que tratar de recuperar o curar a alguien? ¿Con 70, 75, 80 años? Es un poco como si ya estuvieran muertos”. Millas se incluye, tiene 74 años, y se llama “premuerto”. Carmen, y sus dos hermanas Maruja y Amelia, con más de 80 años las tres, están lejos de considerarse premuertas. Como la granjera de la serie Chernobyl se han ganado su lugar tozudamente, viendo pasar a los demás. Amelia, profesora de lengua, se compró una dentadura nueva hace meses y desde entonces no se le entiende cuando habla. No usan Whatsapp pero son las “tías” y una de sus misiones, como tantas mujeres de su generación, fue padecer y sobrevivir a hombres como mi padre. Los números de fallecidos han ido aumentando en las ruedas de prensa y portadas de los periódicos españoles y mexicanos. Era tanta la abstracción y lejanía que en México la gente preguntaba en redes sociales si sabías de un enfermo de Covid-19 para demostrar la irrealidad de la pandemia. Sin participar de teorías de la conspiración éramos conscientes de que esa lejanía se quebraría cuando alguien cercano se enfrentara a una muerte. Semanas de convivencia digital con la muerte a la espera de la analógica. Fue hasta finales de abril que Lucía me escribió para contarme que acababa de hablar con la mamá de uno de los trabajadores del Laboratorio Arte Alameda: “he perdido a mi marido y mis dos hijos en una semana. No entiendo qué está pasando”. Y no solo mueren sino que, prácticamente, desaparecen. Una traumática realidad para miles de familias en México en la última década de “guerra contra el narco” y que, de repente, se estaba convirtiendo en una cercanía para Europa. Carlos lo describe mejor en nuestra conversación por mail: "En España están enterrando a gente después de días en el hospital, sin que los familiares hayan podido verlos en ningún momento por el aislamiento. Se les comunica el fallecimiento, y después han de sortearse quién va al entierro entre los familiares. Es decir, casi una desaparición del cuerpo, un funeral escamoteado y una supresión oficial (que está siendo muy cuestionada) del duelo. Esta ausencia forzada va a provocar consecuencias, algunas esperables y otras menos, en los cuerpos de los que siguen viviendo, en sus pensamientos."

La propagación de la pandemia ha tenido cuanto menos dos tiempos, el local, el tiempo en su origen y el tiempo en el que hemos venido oyendo y viendo sobre ella. Su aparición en China no pareció alarmante hasta que dio el salto a Europa. Las acciones de los gobiernos, las reacciones de la población, los comentarios en redes sociales, todo se ha duplicado. Desde México asistimos a lo que sucedía y a lo que estaba por suceder. El tiempo local ha sido sustituido por el tiempo en redes sociales, el presente continuo. Mientras que los casos de coronavirus en México eran incipientes podías ver cómo los supermercados empezaban a padecer la escasez de ciertos alimentos, imitando la histeria de otros países. La oposición mexicana y ciertos actores privilegiados pidieron la aceleración de medidas sanitarias sin atender a ningún criterio específico del país, más allá alarmismo. Esta presión en imitar las acciones de otros países ante la emergencia ha sido una constante, tanto en la gestión sanitaria de la pandemia como en la gestión de la crisis económica que conlleva. Posteriormente estos tiempos superpuestos se dividirán en fases, de la 1 a la 3 para la fase de contagio y ahora, en Europa, de la 0 a la 3 para el desconfinamiento. En México seguimos en la fase de propagación, por lo que seguimos vi-viendo en otro tiempo. Ante la presión de los medios y las redes el gobierno mexicano tuvo que adelantar el cierre de las escuelas, aún así los padres y madres de la escuelita de mi hija ya dejaron de llevar a sus niños y niñas una semana antes. Rita me preguntaba dónde estaban sus amiguitos a medida que iban ausentándose cada día. Mientras yo trataba de adecuarme al cierre oficial otras familias se guiaban por el confinamiento propuesto online. Aunque los territorios nacionales insisten tozudamente en tiempos y acciones locales internet y las redes sociales proponen un no-lugar. Eventos específicos se mimetizan y memetizan, como sucedió con los cantantes de balcón italianos que se reprodujeron en España o el aplauso vespertino a los trabajadores de la sanidad, que continuó de España al Reino Unido y luego a EE. UU. El encierro y las redes sociales han generado una performatividad colectiva que se acerca más a un inocuo “join the conversation” de marca que una llamada a la acción tipo “primavera árabe”.

En 1995 estuve de Erasmus en Paris y registré en video a los turistas haciéndose fotos frente a los monumentos típicos de la ciudad. Era un turista más pero, al mismo tiempo, era la primera vez que asistía a un ejercicio de turismo a gran escala: decenas de turistas iluminaban los espacios con sus cámaras. Al ver los videos frame by frame parecía que el destello que salía de la cámara cegaba a los retratados hasta hacerlos desaparecer por exceso de luz. Tres años antes Fukuyama había decretado el "fin de la historia", el capitalismo había triunfado sobre el comunismo tras la caída del muro de Berlin y la historia la escribirían, de nuevo, los ganadores. La Historia se proponía como algo en lo que ya no podíamos participar pues, como propone Rita Segato recientemente, era controlada desde la economía: "ciertos grupos de interés económico habían pensado que tenían la historia bajo control y que el control era posible". Una historia "acabada" nos convierte en espectadores, en turistas, y turista es participar de un espacio y un tiempo del que no formas parte. En 2019 documenté a los turistas de nuevo, esta vez no en la ciudad sino en el Museo Jumex durante la exposición de Jeff Koons. Casi 15 años después todos los espacios y momentos se convirtieron en reveladores, en instantes fotografiables con nuestro celular. Espectadores mirando a espectadores que somos nosotros. Selfie portraits.

Aunque Fukuyama ha matizado los contenidos del libro e incluso su relectura la expresión "fin de la historia" se instauró como el momento que puntualizaba el triunfo del neoliberalismo. Un meme en forma de libro. La pax americana reescribia (o peor, daba por finalizada) la historia, dejando sin voz al otro. Los movimientos antiglobalización iniciados a finales del los 90 y explotarían mundialmente durante los años 2000 serían la forma contraescribir el relato: (¿) otro mundo es posible (?).


Ignacio Ramonet alude de nuevo al fin de la historia en su reflexión sobre los efectos del coronavirus en el mundo


https://www.lemondediplomatique.cl/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-por-ignacio-ramonet.html?fbclid=IwAR19n_87dYBza7IPkBXZwmh0TcxZDkK4qlObsaMDiUD-a7p116DjwvEZins


Rita Segato incide en la economía como controladora de la historia


https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-pensar-que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social-nid2360208

SISTEMAS / SOCIEDADES

Bajo las formas del capital todos nuestros actos forman parte de un sistema. Pero un sistema no es una sociedad. "¿Quién es la sociedad?" se preguntaba Margaret Thatcher, "no existe tal cosa, tan sólo individuos, hombres y mujeres" se contestó. El metraje de la película nos muestra el devenir colectivo del planeta tras el breve contacto de dos individuos. Aunque se muestran en la película formas de distanciamiento social no se acercan a las vividas en algunos países de Europa y estados de EE.UU. Las redes sociales aparecen representadas bajo el formato de las fake news y los conspiranóicos, pero no se vislumbran los efectos del coronavirus: la reclusión prácticamente total en nuestras casas y un acceso al mundo bajo sus representaciones digitales, la infoesfera. Nuestro avatar digital es la forma de acceder a un mundo al que solo tenemos acceso digitalmente.

FLASHES / ILUMINACIONES

PROTAGONISTAS / TURISTAS

El fogonazo del flash y su posterior fundido a negro funcionan como una revelación. Es el último frame de la película el que ilumina al espectador. Durante el metraje anterior asistimos a lo inevitable, somos espectadores impotentes. La última imagen es el origen de la narración, nos hace comparecer ante la historia, pero al mismo tiempo nos pone detrás del que retrata. Espectadores mirando a espectadores. Se establece así un tiempo en bucle, un tiempo sin historia, congelado. El flash nos convierte en imágenes ¿podemos actuar en las imágenes?.

La imagen pertenece a la película de 2011 Contagion. Dirigida por Steven Soderbergh y escrita por Scott Z. Burns, describe casi literalmente los acontecimientos generados por el Covid-19 en la actualidad. La historia, a pesar de parecer premonitoria, se basa en lo sucedido con la propagación de virus anteriores, el H1N1 y el SARS. Es decir, el futuro es el pasado. La película suspende narrativamente los tiempos al empezar con la protagonista ya contagiada (Día 2). Es hasta el final que se nos explica la transmisión original del virus, el salto del animal silvestre, un murciélago, a uno domesticado, el cerdo, y finalmente al ser humano (Día 1), pero ese no es salto determinante. El salto ejecutor es en realidad la explotación agrícola de empresas occidentales de terrenos naturales en países en desarrollo, que transforman irreversiblemente el hábitat de las especies, y de los humanos. Los murciélagos, como los turistas, son actores globales.

POPISMOS

Cuando haces pop no hay stop fue un proyecto de 2006 que trataba de entender ciertas "experiencias" que de alguna forma desbordaban la convivencia que mantenemos con eso que hemos convenido en llamar realidad en occidente. El verano de ese año los medios se llenaron de imágenes de pateras de migrantes llegando en pleno verano a las playas de las Islas Canarias. Los turistas eran (meta)testigos y protagonistas -participando el salvamento y cuidado de los supervivientes- de uno de los fenómenos más definitorios de nuestra contemporaneidad: la migración económica del sur colonial al norte metropolitano. Ser espectador, vía medios digitales, del choque de ambas situaciones resumía los modos de vida que el capitalismo neoliberal había instaurado. Por un lado producir contradicciones extraordinarias y por el otro reproducirlas espectacularmente para participar en ellas como espectador. Estas situaciones límite, que evidentemente no eran las primeras en acontecer, dejarían de ser esporádicas para convertirse en lo que podríamos llamar, siguiendo a Jameson, las formas culturales del capital. Esta narrativa abierta en formato de mapa conceptual se propone analizar de nuevo estos fenómenos, los Popismos: paradojas del sistema al que evidencian.

CUANDO HACES POP YA NO HAY STOP