par Galy Ramos Il y a 3 années
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El duelo, señala Bermejo34, quizá reclame nuestra verdad más grande y hermosa: el valor del amor. Y nuestra verdad más trágica: la soledad radical que nos caracteriza.
El psiquiatra existencialista Yalom35 nos recuerda que el duelo es tan devastador y aterrador porque confronta a la persona con los cuatro conflictos básicos de la existencia: la muerte, la libertad, la soledad y la falta de significado.
Efectivamente, una de las circunstancias terribles, de las más terribles, es la de la muerte de un ser querido, que en algunas ocasiones se podrá tornar tan opresiva e insoportable, que la persona queda ahoga da en la inmensa amargura de su pena
Pensar en el dolor sin negarlo, sin dulcificarlo, pero también sin reducirlo a una experiencia oscura y sin salida, esa es la clave.
El duelo se elabora sanamente según se va aprendiendo a recordar e integrar lo mejor de la relación con la persona fallecida, y se va pudiendo invertir la energía en nuevos afectos, y el ser querido queda habitando para siempre en algún lugar del corazón en el que domina más la alegría porque sucedió, que la pena porque terminó.
No podemos amar sin dolernos. El duelo es un indicador de amor. Si hemos amado intensamente, no se puede morir sin dejar a alguien dolido.
Para sufrir la pérdida se ha tenido que gozar del contacto, es la dialéctica de la vida. El dolor al igual que el amor, tiene sus tiempos, sus ritmos, sus periodos.
Resolver un duelo es sentirse mejor, y para ello, como señalan John W. James y Russel Friedman33 requerirá la atención del doliente, intención de cambiar, fuerza de voluntad y valor.
Consideraremos que un duelo está resuelto cuando la persona es capaz de pensar en el o la fallecida sin dolor, lo que significa que consigue disfrutar de los recuerdos, sin que estos traigan dolor, resentimiento o culpabilidad
Otro signo del duelo resuelto es cuando conseguimos estar inmersos en el ciclo de la existencia, abiertos al fluir de la vida en una apertura a los demás, conscientes de que ello conlleva vulnerabilidad, y hasta la disposición a ser heridos.
En este momento debemos reforzar el desprenderse del ser querido sin renunciar a su recuerdo, que nos facilite vivir sin la otra persona.
Las emociones pueden estar acompa ñadas por sensaciones corporales. Tam bién pueden aparecer trastornos de la ali mentación y alteraciones perceptivas como ilusiones o alucinaciones
En conclusión, la expresión de las emociones, ante alguien que escucha, se con vierte en una tarea necesaria para la elaboración del duelo
Negar la realidad de la pérdida puede variar en el grado, desde una ligera distorsión a un engaño total.
Otra manera habitual de protegerse de la realidad es negar el significado de la pérdida.
La negación proporciona un alivio tran sitorio de la dura realidad psicológica de una pérdida potencial
Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación racional sino también emocional.
La negación también adquiere la forma de no sentir el dolor, bloquear los sentimientos que están presentes.
Duelo ambiguo. La pérdida ambigua es la que más ansiedad provoca ya que permanece sin aclarar24. Existen dos tipos , aunque no haya fallecido. Es una forma de adaptación a lo que va a llegar.
Duelo crónico. El deudo se queda como pegado en el dolor, pudiéndolo arrastrar durante años, unido muchas veces a un fuerte sentimiento de desesperación.
Duelo congelado o retardado. Se le conoce también como duelo inhibido o pospuesto. Se presenta en personas que, en las fases iniciales del duelo no dan sig nos de afectación o dolor por el falleci miento de su ser querido
Duelo enmascarado. La persona expe rimenta síntomas (somatizaciones) y con ducta que le causan dificultades y sufri miento, pero no las relaciona con la pérdida del ser querido
Duelo exagerado. También llamado eufórico. Este tipo de duelo puede adquirir tres formas diferentes. • Caracterizado por una intensa reacción de duelo.
Duelo normal. Quizás deberíamos haber comenzado esta clasificación por este tipo de duelo, que es el más frecuente, y que se caracteriza por diferentes vivencias en todas las dimensiones de la persona y que ya hemos señalado en otro apartado, pero que bien podríamos resumir siguiendo las consideraciones de Kaplan25 sobre características del duelo normal:
• Aturdimiento y perplejidad ante la pérdida. • Dolor y malestar. • Sensación de debilidad. • Pérdida de apetito, peso, sueño. • Dificultad para concentrarse. • Culpa, rabia. • Momentos de negación. • Ilusiones y alucinaciones con respecto al fallecido. • Identificación con el fallecido.
Relación con la persona fallecida. Relación de ambivalencia. Relación simbiótica. Relación de gran dependencia.
Personalidad, antecedentes y características del deudo. Pérdidas previas no resueltas, deudo niño o adolescente, antecedentes de depresión y otros trastornos psicológicos, falta de habilidades sociales, bajaautoes tima.
Contexto sociofamiliar. Ausencia de red social de apoyo, problemas eco nómicos, hijos pequeños que cuidar
Un cierto número de personas nunca asume la pérdida con serenidad, aun que haya transcurrido mucho tiempo desde la muerte de su ser querido, y compatibiliza sus sentimientos sobre la pérdida con una vida normal.
Un gran número de personas presentare acciones de tristeza de muy diversa intensidad, y que las reacciones más profundas no deberían recibir el diagnóstico de “depresión”.
Un número no desestimable de personas necesita más tiempo para recuperarse del que nuestra cultura define como normal.
Algunas personas necesitan hablar y expresar sus sentimientos sobre la pérdida en mayor medida y durante más tiempo que otras.
El afrontamiento de la pérdida de un ser querido presenta un carácter complejo que, en absoluto puede verse reducido a la consecución de un desligamiento afectivo y mental con respecto a la persona desaparecida.
Dimensión física. Se refiere a las molestias físicas que pueden aparecer a la persona en duelo.
Dimensión emocional. Aquí señalamos los sentimientos que el deudo percibe en su interior. Los estados de ánimo pueden variar y manifestarse con distintas intensidades.
Dimensión cognitiva. Se refiere a lo mental. Dificultad para concentrarse, con fusión, embotamiento mental, falta de interés por las cosas, ideas repetitivas, generalmente relacionadas con el difunto, sensaciones de presencia, olvidos frecuentes.
Dimensión conductual. Se refiere a cambios que se perciben en la forma de comportarse con respecto al patrón pre vio. Aislamiento social, hiperactividad o inactividad, conductas de búsqueda, llanto, aumento del consumo de tabaco, alcohol, psicofármacos u otras drogas.
Dimensión social. Resentimiento hacia los demás, aislamiento social
Dimensión espiritual. Se replantean las propias creencias y la idea de trascendencia. Se formulan preguntas sobre el sentido de la muerte y de la vida
2. Fase de anhelo y búsqueda. Marcada por la urgencia de encontrar, recobrar y reunirse con la persona difunta, en la medida en que se va toman do conciencia de la pérdida, se va produciendo la asimilación de la nueva situación
3. Fase de desorganización y desesperación. En este periodo que atraviesa el deudo son marcados los sentimien tos depresivos y la falta de ilusión por la vida.
4. Fase de reorganización. Se van adaptando nuevos patrones de vida sin el fallecido, y se van poniendo en funcionamiento todos los recursos de la persona.
La meta de la conducta de apego es mantener un vínculo afectivo.
La persona establece vínculos afectivos con los elementos de su espacio vital y los vivencia como propios