Mercurio es uno de los cuatro planetas rocosos del Sistema Solar y es el más cercano al Sol. También es el más pequeño (a excepción de los planetas enanos) con un diámetro ecuatorial de 4.879,4 km. No tiene casi atmósfera, por esta razón si mirásemos al cielo, desde su superficie, lo veríamos negro. Y también es el único, junto a la Tierra, que tiene campo magnético importante. Su órbita es elíptica con una diferencia entre las distancias del afelio (o punto de la orbita más lejano al Sol) y el perihelio (o punto de la orbita más cercano al Sol) bastante grande. Debido a esta diferencia de distancia al Sol, en Mercurio se puede percibir como si el Sol se encogiera hasta la mitad de su tamaño en el afelio con respecto a su tamaño aparente en el perihelio.
Bajo las tóxicas nubes de ácido sulfúrico de Venus se oculta un mundo apocalíptico, con temperaturas que podrían fundir el plomo y presiones capaces de aplastar maquinaria pesada. Pero quizá no siempre fue así.En 2016, Michael Way, del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, y sus colaboradores aplicaron un modelo climático tridimensional al Venus primigenio y descubrieron que podría haber presentado temperaturas tan suaves como para albergar vastos océanos de agua líquida, el componente esencial de la vida tal y como la conocemos. Ahora Way y Anthony del Genio, también del Instituto Goddard, han desarrollado un marco teórico para la evolución del planeta basado en datos más complejos, que incluyen diversas topografías y cantidades de luz solar. Su estudio, publicado en mayo en Journal of Geophysical Research: Planets, explica de forma novedosa cómo Venus podría haber sido habitable durante casi tres mil millones de años antes de transformarse en el infierno abrasador que es hoy.
Durante ese tiempo, a medida que la gravedad hacía que la materia se condensase alrededor de objetos previamente perturbados, las partículas de polvo y el resto del disco protoplanetario comienzan a separarse en anillos. Los fragmentos cada vez más grandes chocan entre sí y formando objetos de mayor volumen, destinados en última instancia a convertirse en protoplanetas. Estos incluyen un grupo ubicado aproximadamente a 150 millones de kilómetros del centro: la Tierra. Así fue como el sistema solar comenzó a formarse.29La similitud de composición en elementos refractarios, entre los planetas terrestres, los asteroides y el Sol mismo, se considera una fuerte evidencia de su origen común.30 Posteriormente, la Tierra perdió gran parte del hidrógeno y del helio primitivos en el espacio, que pudieron superar la velocidad de escape debido a su agitación térmica. Sin embargo, es posible que otros elementos volátiles pudieran ser aportados por episodios posteriores de bombardeo meteórico.El Sol al principio irradiaba menos que en la actualidad. En el momento de la formación de la Tierra, solo tenía el 70% de su energía actual, y ha estado ganando un 7% por cada mil millones de años.
aLa ciencia lleva décadas explorando el espacio que nos rodea. Se cumplió el sueño de llegar con éxito a la Luna, también a Marte; se han avistado nuevos cuerpos celestes y redefinido el concepto del espacio exterior. Ahora bien, hay quien cree que nada es lo que parece; los hay que todavía creen en conspiraciones varias, como que la tierra es plana, o la última, que el ser humano ya habría vivido (y destruido) el planeta Marte.
Subtopic
Las teorías de formación del planeta son de dos tipos:formación a partir de un núcleo de hielo de una masa en torno a 10 veces la masa terrestre capaz de atraer y acumular el gas de la nebulosa protosolar,formación temprana por colapso gravitatorio directo como ocurriría en el caso de una estrella.Ambos modelos tienen implicaciones muy distintas para los modelos generales de formación del sistema solar y de los sistemas de planetas extrasolares. En ambos casos los modelos tienen dificultades para explicar el tamaño y masa total del planeta, su distancia orbital de 5 ua, que parece indicar que Júpiter no se desplazó sustancialmente de la región de formación, y la composición química de su atmósfera, en particular de gases nobles, enriquecidos con respecto al Sol. El estudio de la estructura interna de Júpiter, y en particular, la presencia o ausencia de un núcleo interior permitiría distinguir ambas posibilidades.Las propiedades del interior del planeta pueden explorarse de manera remota a partir de las perturbaciones gravitatorias detectadas por una sonda espacial cercana.Actualmente existen propuestas de misiones espaciales para la próxima década que podrían responder a estos interrogantes.
El origen de Saturno es incierto, sin embargo, los científicos sostienen la teoría de que se formó con el inicio del Sistema Solar (hace unos 4.500 millones de años), cuando una fuerza de gravedad que atraía remolinos de gas y de polvo, generó una gigantesca masa gaseosa. Desde hace unos 4.000 millones de años el planeta se encuentra en la posición actual, es decir, en el sexto lugar respecto al Sol.Su nombre surgió en la época de los griegos y los romanos, quienes heredaron de los sumerios los conocimientos sobre astronomía y sobre el cielo. Saturno era el dios romano de la agricultura, padre de Júpiter. Dado que Saturno se encontraba más alejado del Sol en comparación a Júpiter, los antiguos astrónomos lo identificaron como el “padre”.
Urano es el séptimo planeta del sistema solar, el tercero de mayor tamaño, y el cuarto más masivo. Se llama así en honor de la divinidad griega del cielo Urano (del griego antiguo Οὐρανός), el padre de Crono (Saturno) y el abuelo de Zeus (Júpiter). Aunque es detectable a simple vista en el cielo nocturno, no fue catalogado como planeta por los astrónomos de la antigüedad debido a su escasa luminosidad y a la lentitud de su órbita. William Herschel anunció su descubrimiento el 13 de marzo de 1781, ampliando las fronteras entonces conocidas del sistema solar, por primera vez en la historia moderna. Urano es también el primer planeta descubierto por medio de un telescopio.
Neptuno es el octavo planeta en distancia respecto al Sol y el más lejano del sistema solar. Forma parte de los denominados planetas exteriores, y dentro de estos, es uno de los gigantes helados, y es el primero que fue descubierto gracias a predicciones matemáticas. Su nombre fue puesto en honor al dios romano del mar —Neptuno—, y es el cuarto planeta en diámetro y el tercero más grande en masa. Su masa es diecisiete veces la de la Tierra y ligeramente mayor que la de su planeta «gemelo» Urano, que tiene quince masas terrestres y no es tan denso. En promedio, Neptuno orbita el Sol a una distancia de 30,1 ua. Su símbolo astronómico es ♆, una versión estilizada del tridente del dios Neptuno.