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por donovan tejeda hace 6 años

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Un mostruo viene a verme

La figura del monstruo es una constante en todas las culturas, apareciendo tanto en la literatura como en la tradición oral. Este término abarca diversas connotaciones, desde lo extraño y extranjero hasta lo malvado y extraordinario.

Un mostruo viene a verme

Un mostruo viene a verme

El eterno retorno de los monstruos a la literatura

“El monstruo siempre huye”,
la figura del monstruo ha sido un punto clave y recurrente de las preocupaciones sociales de la Edad Moderna, proyectadas una y otra vez en narraciones (orales y escritas) o, como en el caso de Beowulf, en el poema épico más importante de la literatura Anglosajona.

Mucho se ha escrito en torno al enigma de la creación de esta novela, pero a veces su contexto cultural y la multiplicidad de interpretaciones que ha suscitado, pasan a segundo plano.

En El Rostro de otro, el japonés Kobo Abe nos cuenta la historia de un científico cuyo rostro queda totalmente desfigurado en un accidente de laboratorio. Su rostro está tan deformado que lo venda para ocultarlo, luego idea una máscara, a partir de una cara que él compra a un extraño.

Entre el cine y la literatura: La figura del monstruo y sus derivaciones

La plasticidad del medio cinematográfico ha conectado siempre de forma natural y directa con la recreación de la deformidad, sea como componente poético de primer orden o con lo que de alegórico tiene la anormalidad biológica o psicológica.
Drácula. La literatura gótica aportó al cine un modelo de monstruo nuevo, entre lo humano y lo quimérico o lo mitológico. Al trazar personajes que trascienden o pervierten la naturaleza biológica y moral del hombre

Frankenstein. El caso de la figura de Frankenstein supone también un paradigma de perversión del concepto literario original, al hacerlo bascular desde el conflicto entre religión y ciencia

Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Pero es quizá en la concepción de la monstruosidad entendida como deformidad moral donde la simbiosis de texto e imagen ha alcanzado sus mejores logros. La interpretación clásica atribuye a la obra de Stevenson.

En definitiva, el cine ha fagocitado, en sus sucesivas adaptaciones, la corriente genérica que hacía de los conceptos de deformidad, monstruosidad o alteridad el punto de partida para lecturas psicoanalíticas o sociológicas más profundas.

Reflexiones sobre la figura de un monstruo

El monstruo es una figura que aparece en todas las culturas y, en consecuencia, en numerosas obras literarias o de la tradición oral. ‘Monstruo’ es un término que cubre muchas significaciones, que pueden ir desde la amplitud de lo extraño (y lo extranjero), simbolizar lo malvado o concretarse en un ser extraordinario y fuera de lo normal.
El monstruo, ser indigno, amenazador, supone un peligro para la comunidad y responde a un algo asocial, se convierte en algo malo que hay que apartar.

La “identidad” siente su fragmentación ante la visión del monstruo, tal como ocurre con el desdoblamiento y la fragmentación.

Porque la figura del monstruo siempre trae a colación la otredad, al otro yo y la dignidad de este otro yo. La identidad no está fijada y es un continuo hacerse, es un hacerse-con, porque el hombre es apertura y relación. El monstruo es la amenaza de lo fijado, lleva en sí la conciencia de que el hombre es también los otros, tambalea los fundamentos de un yo delimitado, de una sociedad endogámica.

Un ejemplo es el monstruo del Dr. Frankenstein, resulta un ser repugnante por su deformidad, por la cualidad extraordinaria de un cuerpo que está conformado con amputaciones de otros cuerpos. Antes de cometer ningún crimen, el monstruo de Shelley ya es considerado un criminal, no sólo por la sociedad, sino por su propio creador:

el monstruo se combinan a la vez lo imposible y lo prohibido.

Ya en Egipto encontramos la esfinge; en Grecia, el Cancerbero, la Gorgona, el sátiro, la Quimera, Giges, y muchos más.

la verdad última que lleva el monstruo en sí: el recuerdo la infundamentación, la presencia de la Nada.

La existencia virtual tiene un carácter monstruoso porque rompe los fundamentos de la conciencia humana e introduce en él una duda que cuestiona toda la estabilidad de su pensamiento. El mundo virtual nos recuerda de inmediato a Los seres especulares de Borges. Igual que la reconstrucción y la amputación del cuerpo.